Este fue mi primer taller fuera de la casa, en el comedor de una antigua casona en el bohemio barrio Brasil, tan grande y alto que cabían andamios y escaleras en su interior. Trabajábamos simultáneamente doce talleres, cada uno con su puerta azul, la que daba a un largo pasillo por donde transitaban durante todo el día músicos, artesanos, arquitectos, fotógrafos, pintores y escultores. Siempre había una conversación o un café que compartir, fueron años de aprendizaje y grandes amigos.
Como todo lo que aveces tenemos que dejar, llegó el día en que lo tuve que dejar, me costó mucho, pero entendí que yo era mi propio taller, no importaba si era pequeño o grande, lo único que necesitaba era estar ahí con ganas de trabajar. Eché todo en algunas cajas tomé, mis atriles, mis pinceles y partí...
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